Era la noche perfecta. En el torreiro de Marzán, en la localidad gallega de O'Rosal. Buena idea llevar hasta allí al grupo Na Revolta. Ni una nube amenazante; una brisita reconfortante entre eucaliptus y siete excelentes músicos para brindar con una música folk, tradicional y con giros fusionistas. Que entren, por favor.
Foto Somosasín. Entrada de Na Revolta en el torreiro.
Percusión, viento, guitarra y gaitas mágicas. Y entraron en el recinto. Primero, dos piezas a pie de obra y luego subida al escenario, donde esperaban nuevos instrumentos, preparados para ser bien tocados.
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Y se abrió el baúl mágico de canciones, con ritmo marchoso, dentro de los cánones de la música folk y tradicional, que luego fue retocado el ambiente con fusiones entre estilos bien diferentes.
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Y ahora vamos a Santiago, según Elena, presentadora de verbo fácil, fluido y, a veces machacón. Nos fuimos a Santiago, melodía coreada por el público asistente, que abrió un repertorio que repercutió en los pies y en todo el body.
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Llegó el turno melódico a la estrella de la noche. Un binomio perfecto. Era complicado saber y apreciar donde comenzaba el gaitero y donde terminaba la gaita. Ante ustedes-vosotros: Iván. Ovación calurosa.
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Uno a uno fueron presentados los siete miembros de Na Revolta. Suso, Silvia, Miguel, Ana camposina, Diego, Elena y el mencionado Ivan, que le podemos denominar como "El terrible", por su dominio de la gaita.
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No eran las doce de la noche, pero Na Revolta sacó de la manga musical el meneito "Licor do negro café" y palmas que hicieron que el termómetro del entusiasmo subiera enteros.
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Iván, más temible que nunca, se fue para arriba de nuevo e hizo un solitario de gaita y gaitero, que encendió más todavía el ambiente. Más rápido que el viento.
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Y dale al bombo y al verbo. Elena.
Había que dar un toque renovador, al estilo Rosalía. Presentamos una fusión de flamenco con muñeira, mezcla explosiva, pero quedó bien.
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Bueno fue una mezcla rara, pero sirvió para que la gente aplaudiera y se oyeron varios bravos familiares.
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Ana camposina se lanzó no se sabe si por bulerías o por zamburiñas. Aplausos tambien para ella.
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Todo terminó con una especie de tabla de gimnasia sueca para mayores. Arriba y abajo. Los músicos tocaron también el suelo.
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El personal, de pié. Ovación, pero faltó la vuelta al torreiro.
Tres palabras nada más. Acabamos
Exitazo y olé.